martes, 11 de enero de 2011

El mar se come la tierra

*.- Fuertes olan arrasan decenas de negocios en la playa de San Benito

Autor: Rafael Victorio Ruiz

SAN BENITO, Chis.- ¡Bienvenidos a Playa Dorada! Es el letrero que recibe a los visitantes a la playa de San Benito, al norte de Puerto Madero, en donde el mar se come la tierra. Solamente en dos años penetró cien metros y acabó con decenas de palapas-restaurantes cuyos propietarios ya no tienen para dónde hacerse e instalar de nuevo sus negocios.

Los afectados han lanzado llamados a las autoridades federales, estatales y municipales para que les ayuden al haber perdido casi todo, mientras el oleaje del mar sigue pegando fuerte.

“Desde la construcción de la escollera oriente hace seis años en la entrada principal de Puerto Chiapas para evitar el azolvamiento del canal de navegación hacia el muelle de cruceros y fiscal, hizo que la destrucción en las playas de San Benito se incrementara”, sostiene el restaurantero Juan Manuel López.

Este afirma que cada año los daños aumentan, sobre todo durante las temporadas de lluvias y de frentes fríos, cuando los oleajes generalmente son altos.

“No solamente estamos afectados nosotros, también el panteón de Puerto Madero prácticamente desapareció y cientos de casas de playa entre San Benito y la Barra de San Simón en el municipio de Mazatán ya fueron arrasadas por el mar”, asegura.

Y es que en la playa se pueden apreciar los resultados de la destrucción; lo que quedan de lo que fueron pozos para agua de los que ahí tenían sus casas o negocios; en otros solamente están paradas algunas paredes y señas de las palapas.

Consideró que la falta de un adecuado estudio de impacto ambiental con el cambio de las corrientes marinas está ocasionando este tipo de problemas que ya dejó daños millonarios, incuantificables y nadie sabe a quién acudir para buscar algún apoyo o indemnización.

Ola tras ola el mar sigue penetrando a tierra firme, causando afectaciones serias en palapas, restaurantes y hasta casas, pero no existe ningún programa de ayuda, insiste el restaurantero.

“Yo perdí mi palapa en el 2005, luego en el 2007, otra vez en el 2009 y una vez más en el 2010, por la entrada del mar, pero las autoridades nos siguen cobrando impuestos como si siguiéramos trabajando normal no estuviéramos afectados”, lamenta.

De su negocio solamente queda una parte de una palapa, en la que apenas se puede entrar porque está cubierta de arena suelta, mientras lo que fue el pozo ya está descubierto y a punto de que sea arrasado por las olas.

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